El 12 de Mayo entró en vigor la normativa de control horario en las empresas.
Entre muchos de los profesionales que me rodean, predomina el escepticismo ya que en gran medida son trabajadores que tienen flexibilidad horaria y están muy involucrados en su trabajo.
Digamos que si hacen horas extras son «voluntarias» y las entrecomillo porque la definición del estatuto de los trabajadores dice: son extraordinarias aquellas horas dirigidas a «prevenir (…) daños extraordinarios y urgentes» .
Y lo cierto es que de unos años para acá la incertidumbre, la complejidad de los mercados, la rapidez en la que se transforman estos, se traduce en cargas excesivas. Urgencia constante en definitiva.
Ante esa situación el trabajador empieza a trabajar más y más horas y por lo general cada vez más ineficaces. Evan Robinson expone el problema en el sector de la tecnología (programadores) con una conclusión muy sorprendente: después de un siglo los estudios revelan que «trabajar más de 21 horas continuadas es equivalente a estar ebrio».
Por todo ello, me entusiasma la medida, me parece imprescindible para que cada uno se mire en el espejo de la propia eficacia.
Me parece muy interesante la reflexión individual para que de una vez por todas, pongamos el foco en la productividad y ese no siempre es el camino fácil:
Clarificar objetivos, analizar la propia capacidad, aprender a simplificar y comunicar mejor para ganar tiempo es más complejo que seguir haciendo lo mismo más horas.
Cincodías de El País dice que en el último año los españoles hicimos 5.700.000 horas extras, ¿cuántas de estas se las hemos robado a nuestras familias, a nuestros hobbies, a nuestro desarrollo y felicidad personal?
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